miércoles, 6 de abril de 2011

Némesis

Recuerdos se anudaban en su pecho, y le cortaban la respiración. Las gotas de sudor frío recorrían sus mejillas y los laterales de su cuello. La fiebre se apoderaba de la cordura de Albert.

En la oscura habitación, las sombras lo abrazaban y lo ahogaban, haciendo que no supiera si estaba dormido, despierto-, vivo o muerto... entre la luz, las sombras y el trasluz mate de un cristal biselado...
Tomó el móvil, marcó un número y se llevó el aparato a la oreja.
-Valentine... ven ahora mismo... tenemos que hablar...
-Albert: son las 2 de la mañana... no puede ser más tarde?
-Ven ahora si no quieres que el chico al lado de tu almohada amanezca sin su juguetito...
dicho esto colgó el móvil.
Se levantó y, como pudo, se incorporó y caminó hasta llegar a la sala.
Tomó una botella de whisky, un vaso y se sentó a esperar... 10 minutos más tarde alguien tocaba la puerta.
-Ábreme inmediatamente o te volaré los sesos después de volar la puerta
-Se más paciente, que aún no puedo andar bien...-Abrió la puerta y la jaló del brazo.-deja de apuntarme con el arma si quieres salir viva de este lugar-. Sin que Jill se diera cuenta, Albert la había despojado del arma y ahora le quitaba las municiones... terminado esto la devolvió y la condujo al salón.

-¿Quieres tomar algo?- Albert ofreció cortésmente, pero Jill negó con la cabeza...
-Dime de una vez, ¿De qué quieres que hablemos?
-Me gusta ese chico... Redfield... el niño moreno...
Jill enmudeció y abrió los ojos, asombrada...-¿TE GUSTA CHRIS?
-SHHHH!! no hables tan fuerte... si, me gusta ese tipo... y creo...-Las palabras de Albert tomaron un tono de duda
-¿QUÉ CREES ALBERT?
-creo que lo amo, mujer, eso creo...

El silencio reinó en la habitación por un momento y Jill tomó la palabra
-¿Me sacaste del apartamento de un Boliviano sensual solo para decirme que te gusta un niño?
-Si, y no me importa haberlo hecho... mi estabilidad emocional es más importante que tus noches negras... si no te gusta, entonces cambia de móvil y listo, no te llamaré más...
-He intentado esa táctica más de 7 veces y no me ha funcionado... siempre me localizas
-La perfección es inevitable, Jill, y lo sabes...

Jill se puso en pie, le dedicó una mirada profunda, cargada de odio, y salió del lugar, sin siquiera despedirse...
Albert tomó su teléfono, marcó otro número y escuchó atentamente, esperando que respondieran... una voz adormilada respondió después del noveno timbrazo...
-Redfield al habla...
-Ve al bar de la novena... te espero en 15 minutos... si no vas, mataré a Jill...
Albert colgó, tomó sus pantalones, su gabardina y salió mientras se acomodaba el cinturón y la pistolera. Cruzó las calles caminando hasta llegar a la entrada del bar en que había citado a Chris... esperó fuera un rato... vio su reloj y comprendió que debería matar a Jill si Chris no estaba dentro... Abrió la puerta, contempló el lugar casi vacío y divisó al chico sentado en una mesa al fondo, aún en pijama, sin camisa y con unas deportivas calzadas.
Albert se acercó, pero Chris le indicó que hablarían mejor fuera, así que, dando media vuelta, Salieron los dos casi juntos.
-¿Por qué me llamaste? ¿Por qué a esta hora? ¿Qué tiene que ver Jill en esto?
Sin responder, Albert entregó un papel doblado a Chris, bajó sus anteojos oscuros y lo miró fríamente...
-Si cae en manos equivocadas asesinaré a Jill cruel, dolorosa y lentamente...
Sin hacer caso a la respuesta del chico, caminó hacia la oscuridad y se perdió entre las sombras... Chris se quedó unos momentos de pie, fuera del bar, contemplando la hoja que aún no había leído.

Chris caminó por más de media hora, hasta llegar a su destino... subió las escaleras del edificio hasta el cuarto piso, tocó el timbre tres veces cortas, tres largas y tres cortas de nuevo. Abrieron la puerta, Albert entró y, con su voz sombría, pero cargada de toques fogosos habló...
-No soy un boliviano, pero se que puedo hacerlo mejor que él y que todos los de esta semana juntos...
Sin más palabras, Jill y Alber se entregaron al fuero efímero de la noche cómplice...

Por su parte, Chris caminó a casa y, al entrar, se sentó con una copa de vino en la mano. Sacó el papel del bolsillo del pijama y lo desdobló cuidadosamente.

Leyó con atención una vez, luego otra y otra... pasó toda la noche leyendo la nota, hasta que el sol aclaró el cielo...



''TE AMO''...

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