lunes, 3 de enero de 2011

El rincón de los sentimientos.

en un mundo, donde el dinero, el poder y la fama rigen la vida del hombre, buscarse un lugar cuesta, y a veces, el costo se paga con sangre...

Desde su infancia, Albert sabía que estaba destinado a un brillante futuro, pero no a uno marcar por un camino de orgullos y reconocimientos externos. Todo el mérito debería dárselo el mismo.
Igual para Chris, el mérito debía provenir de su conciencia, dada su torpeza para la vida en general.

Dos almas sombrías (si se puede decir que Albert tenga alma), Dos destinos diferentes, Dos orígenes diversos, Un mismo puente que cruzar, al mismo tiempo, en la misma situación.

Se encontraron, por casualidad, una noche, en un bar escondido en medio de la ciudad. Albert reconoció a Chris, quien se encontraba del otro lado de la barra, ahogado en whisky, sosteniéndose apenas de la marquesina negra.
Se acercó sigilosamente, acercó el cañón de su magnum a la espalda de Chris y la cubrió con su gabardina, en un abrazo afectuoso, con el que aprovechó para hablarle al oido
-Salgamos de aqui, antes de que te mate y me encuentren. Déjame eliminarte en paz-.

Chris sintió el amra en su espina, y reconoció de inmediato la voz del hombre que lo invitaba a bailar un tango con la silenciosa muerte.
-Wesker...- más palabra no articuló el joven, cuando Albert se tapo la boca y lo jaló. Aventó un par de billetes a la cajera y salió con el sometido por el brazo.
Caminaron por los callejones, hasta llegar a un entrecerrado de edificios abandonados.
Albert tomó por el cuello de la camisa a Chris y lo estrelló fuertemente contra la pared de ladrillos. Colocó su antebrazo en el cuello del muchacho y lo presionó hasta casi cortarle la respiración. La luna creciente se dejó ver, majestuosa, entre las nubes, haciendo destellar los ojos Caoba de Chris, que penetraron como una bala por los cristales de los anteojos negros de Albert.

Tanta cercanía... ese calor humano... ese corazón agitado que luchaba por latir apaciguado, pero que se salia del pecho de Chris en cada latido.

Sin saber como sucedió, el brazo de Albert bajó de su cuello a su pecho, y en vez de presionarlo con fuerza mortal, lo hacía con una pasión suave, controlada, medida... poco a poco se fue acercando al sometido, hasta que podía sentir como sus alientos se mezclaban en el aire. Cerró los ojos y se dejó llevar por el leve instinto humano que aún le quedaba...
acercó su rostro al de Chris y le rozó con los suyos, hasta que la unión se hizo mutua, y el beso se cerró en un magistral abrazo.
La mano de Chris se aferraba de la espalda de Albert, mientras este acariciaba el pecho del muchacho.
Pasaron las nubes, cubrieron de nuevo la luz de la luna y la entrega se rompió repentinamente...
Ambos respiraban agitados. Albert retrocedió un par de pasos y se acomodó las gafas...
-No te cruces en mi camino, porque ahora estas marcado, por el beso de la muerte, y no vacilaré en enviarte al otro mundo, bastardo-.

Dicho eso, se perdió en la negrura del laberinto de calles, dejando con el alma expuesta y vulnerable al chico... a ese chico que necesitaba una mano amiga, no una nueva herida, y que, sin pensarlo, acababa de encontrar su puerta de escape, su nueva salida...